El discreto encanto de las tormentas con techito (un cuarto propio)

Por Carlota Valdez

  1. Cuando gobierna el peronismo, no es la primera vez que decimos esto por acá, ya sucedió varias veces ante catástrofes naturales cuyas consecuencias podían preverse, el estado, encarnado en el brazo del gobierno, actúa como enfermero de guerra: hace lo que puede, parece que te da una mano, pero apenas simula un paliativo con morfina para que el dolor no sea tan impactante. Pero el dolor llega y las consecuencias, ni hablar.
  2. Cuando hace uno de esos calores caribeños con mezcla de estado cubano, la cosa se desata y los tapones vuelan por los aires. La falta de luz y de inversión (de empresas privatizadas gestionadas por amigos del gobierno actual, no vaya a a ser que se escape un vuelto) hacen el resto y la gente vive como si fuera una selva congoleña, pero de asfalto. Cuando La Niña se va y sobreviene el niño, nos inundamos con ganas y mandamos a la santísima vulva de su proteginora a la inventora del conurbano como instrumento de extorsión del resto del país: el conurbano pobre y una provincia saqueada por feudos para mantener el aparato. Quererte pobre es poco. Un dia después de la misa ricotera de la mechera intergaláctica, el tiempo nos recordó que la gran mayoría del país sigue votando como el traste. Pero en el congo suburbano del tercer cordón esto se sufre extra, porque encima es con boludeo incorporated. Flashback
  3. Por fin llueve a ver si de una vez por todas se va de nuestra existencia capitalina y privilegiada este clima que no se decide a ser verano ni invierno ni primavera ni otoño y que hace pelota  cualquier intento de sostener una existencia con el sistema inmunológico intacto. En ese marco de situación, como a la excelentísima le gusta, la lluvia hace de borrador populista: no recuerda eventos de hace 20 años que seguramente sean más importantes que la emancipación y el principio de un gobierno patrio, ese hecho menor acaecido hace 213 años. 
  4. La lluvia borra, borronea, se lleva la mugre, arrastra la maleza, lava la cara y a otra cosa. Si te he visto no me acuerdo. La lluvia es ritual. Las tormentas también lo son, incluso las autogeneradas. Como en 2001, como en diciembre y enero, las tormentas autogeneradas también generan pilotos. Por eso, como quería Hegel, los vacíos son peligrosos porque son el terror que puede llenar cualquier villano con un estilete de psicópata: el vacío siempre se llena de alguna manera. Los pilotos de tormenta hacen eso: colaboran en la generación de aquello que simularán controlar en breve (pasó en el 75, 89, en 2001 y no sabemos si nos toca ahora pero con otro aspecto aunque funcional al peronismo: también autoritario).
  5. La inauguradora de canillas de Tolosa se declaró fan de las tormentas (ya lo supo hacer en las inundaciones de 2011 y 2013 cuando asomaba en territorios altos con sus botitas Hunter de empatía de privilegio todo terreno), pero de las tormentas con techito, porque, ah, qué viva, uds ahí mojándose todos y yo acá tan cómoda, declarante.Hacía mucho que no veía ese nivel de cinismo diarreico posicionado desde el escenario hacia las muchedumbres-inodoro que se disfrazaron de cloaca circunstancial para que les den lo que, habitualmente reciben las cloacas e inodoros: mierda de distinto tipo pero mismo hedor reconocible.
  6. La abogada exitosa logró, en una sola frase, abordar el centro de su ADN: abordar las tormentas (incluso las autogeneradas) con techito. Tonta no es: a quien no le gusta ver la lluvia desde un lugar seguro, cómodo y seco? Pero a ella le produce placer estar bajo el techito mientras los demás están a la intemperie. No hay épica (ética si, pero propia de las películas de Scorsese) aquí. No hay riesgo, mamucha. Lo que queda es un techito (lo que me recordó el nefasto plan de obras del gobierno de nación y provincia llamado “Mi cuarto”, en donde te financiaban la pobreza del habitáculo de 2×2 aunque no tengas ni un inodoro donde cagar ni un piso donde pararte que no se convierta en barro ni un techo de chapa que se te desamortiza por el granizo o por un simple ventolín) y el cuarto propio, que es una versión farsesca del cuarto propio woolfiano: un techito seguro y un cuarto propio en el que el riesgo no existe *en vez de un lugar de emancipación e independencia). Pero existe, princesa. Siempre llega.
  7. La puesta en escena, como siempre, es endogamia pura hasta lo patológico: una plaza que le da la espalda al Cabildo, donde sucedieron los hechos históricos menores que mencionamos previamente, A su vez un escenario (no es la calle, es un escenario) tan grande capaz de tapar la Casa Rosada por completo, como si fuera el Reverendo Alegría diciéndonos “pero este gobierno nunca pasó, usen su imaginación”. En el medio, encapsulada, la feligresía sin inodoro, sin casa propia, sin piso no inundable, sin agua potable y sin luz en los días de calor extremo. Pero con lluvia. Sin techo. Pero con mierda lanzada desde un escenario concebido como una trampa mortal: encerrados por atrás y por delante para escuchar a La Princesita (que no es Karina, pero tiene más millones en su haber que Agüero: cada cual hace de sus matrimonios un destino económico o un punto de partida) con su cohorte y su familia (hasta de los pibes se abusan en ese escenario). El detalle: la seño vestida de maestra jardinera en acto patrio de jardín de infantes.
  8. La plaza del 25 de Mayo -que nos recuerda el ascenso de un psicópata fenecido y la fundación de un proyecto político cuyo resultado es un 150% de inflación anual, una devaluación encubierta del casi 700% en menos de 4 años,  una pobreza del casi 50%, un desempleo del 16-18% (que llegaría a ser 10% más de no mediar los planes sociales, perversamente catalogados como empleo formal), un déficit casi peor que el que dejó la arquitecta egipcia en 2015 y un endeudamiento que duplica al que dejara Macri al terminar en 2019-, es un ejemplo de cómo el principal partido político de la Argentina, el que más tiempo gobernó al país en 40 años de democracia (27 sobre 40) hoy es un fenómeno de fe cercano a una secta evangelista. Y como bien sabemos, la realidad es un hecho menor frente al poder de la fe.
  9. La señora goza de las tormentas con techito, pero no sabe (si lo sabe, pero se hace la boluda en público) que encima suyo hay un tinglado hecho con materiales chinos y mal ensamblado en Tierra del Fuego, la tierra de las importaciones voladoras que doman campañas carísimas. Ese techito-tinglado es lo que hay para resistir. Es lo que hay para acuartelarse (como cuando había tormentas y la señora no daba la cara) en el cuarto propio, en el que entran cada vez menos. Lo que la señora tampoco sabe (bueno, si lo sabe y se hace la pelotuda) es que, curiosamente, las elecciones que vienen no son de tercios, son de cuartos. Porque el poder de fuego del viejo 54% hoy no es más que un cuarto propio, es decir, un 25%. Cuarto propio va a ser también el resultado, luego de unas PASO que consagrará a un candidato sin interna (Milei) como primer candidato más votado (aunque sea segundo como fuerza), a un segundo/a de la que será la fuerza más votada, pero cuyos candidatos quedarán como tales en segunda y tercera posición (los candidatos de JxC). Y, en el mejor de los casos, en un candidato único, un candidato propio (la identidad, esa mentira) ese que defienda el cuarto propio, pero al que quizás no le alcance para las paredes, para el techo o para el piso. Y que ese cuarto propio sea un cuarto puesto, pero allá debajo del 22% como fuerza y como partido. Como si los 20 años no hubieran pasado. Como si volviéramos al Nestor del 22%. Una épica de la repetición degradada.
  10. El efecto psicológico, cuando una tormenta arrasa, es monstruoso, porque provoca la sensación de haberlo perdido todo, de quedar a la intemperie: el extinto FDT saldrá cuarto en el mejor de los casos o cuarto, quinto y sexto en el más humillante. Las tormentas con techito no existen, princesa. La plaza del 25 se va a invertir. O en todo caso, el cielo abierto será tu final anunciado, incluso bajo el imperio traicionero de las propias palabras, a las que se les escapa lo que el artificio guarda bajo las luces que corren el maquillaje.  

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